miércoles, 24 de octubre de 2012

LA INFERENCIA

LA INFERENCIA

Es el proceso de razonamiento mediante el cual se parte de ciertas premisas o ideas que sirven de base para llegar a una conclusión. Utilizarlas es fundamental cuando se quiere comprender o interpretar un texto. Existen dos formas de realizar inferencias: la deducción y la inducción.

          a) Por medio de la deducción, a partir de una información general, llegamos a una conclusión particular. Este proceso es el más seguro para realizar inferencias.
 
Información               Para entrar a este espectáculo teatral, es necesario presentar un boleto.
general.
Aplicación de             Juan está entre el público viendo el espectáculo; por lo tanto, debe de haber    
un  caso particular . presentado un boleto
              
          b) Por medio de la inducción, a partir de varios datos particulares, llegamos a una conclusión general. 
Datos particulares.    Los lunes, miércoles y viernes, Ana entrena vóley; los martes, jueves y sábado practica básquet.
Conclusión general.  Ana es una deportista disciplinada.

          Debemos de utilizar inferencias para detectar las ideas implícitas y hacerlas intervenir en nuestro proceso de aprendizaje (Santillana: 2012, 44).






lunes, 13 de agosto de 2012

Paloma mensajera, cuento literario


Tenía entrenada a la paloma para que volara alto y llevara presto mensajes de amor. Le había dado la entereza para remontar alturas inconcebibles a las águilas monarcas de los Andes. Le gustaba extasiarse en esas alturas donde el hambre de los vientos se saciaba con vapores andino amazónicos. Al descender desafiante las esquivaba. Día y noche el águila del Inca se disfrazaba de paloma, pero ella la evadía. Aun tenía presente la suerte que corrieron sus padres al dejarse tentar por el engaño. Había sobrevivido bajo la custodia de palomas esquivas a las trampas puestas por escritores iniciados.
Cuando pudo volar se lanzó a la aventura del nuevo continente no porque la movieran utópicos dorados, sino porque veía cómo los parques se llenaban de artistas extranjeros muertos de hambre que buscaban la fama en las tinieblas de la ciudad luz, mientras sobre llevaban una vida de mastines arrancando de un tirón la de las palomas de la Plaza de la Concordia. A veces la nostalgia la embargaba y le daba por soñar mientras volaba. Esta costumbre le hizo bajar la guardia y fue así como en su último vuelo la garra certera del águila del Inca, alcanzó a herirla.



   En principio creyó despertar como en el sueño de la rosa de Colaridge, pero al verse en tierra enfrentada a una realidad cruda e inesperada, tuvo que avanzar de tumbo en tumbo por el empedrado sendero que conducía a la colina donde la esperaba ansioso. Le había prohibido volar a bajas horas, por eso a esas alturas mi preocupación crecía geométrica. Era la hora en que el sol moría extrangulado por las sombras. Caminaba con aspecto lánguido como si el sendero quisiera ahogarla. Con la misma pose con que seducía palomas, arrastraba el ala. Probable mente el amor es una herida desgarradora que hace bajar las alas, pensó.
   
  No tardó en escuchar el ladrido de los perros del vecino que olfatearon sus heridas. Eran perros que antes de escapar del paraíso, no ladraban. Les aburrió el hecho de no tener que cuidar nada en ese lugar donde la felicidad se compartía. Ahora hacían lo que les venía en gana, bajo la tutela de su poderoso amo, el de las grandes bolsas en las ojeras que competían con su papada y su panza, que sólo les exigía ciega lealtad. Veloces se deslizaron monte abajo llevándose consigo hasta a los diablos. Ella recibió a los agresores con aletazos de espanto que apenas el camino percibía. Logré llegar a tiempo para ponerle un palo entre las mandíbulas al más atrevido lebrel famoso por su entraña asesina. El tarascazo fue tan violento que volaron dientes como perlas escapadas de collar chamánico en trance de ayawasca.

  Por más que la he cuidado llenándola de mimos, la ausencia de las alturas la ha sumido en una profunda pena que ha puesto ceniciento su ropaje. Sus alas han quedado estropeadas y los mensajes de amor condenados al olvido.

Autor : José O. Alvarez

jueves, 26 de julio de 2012

Franz se mete en problemas de amor


                  
                                         (Dos puntos; 18)

El cuento fantástico

Una noche mientras buscaba en mi mente alguna idea que escribir para una muestra de cuento fantástico, y al no encontrar nada útil. Me decidí a salir a dar un pequeño paseo por las húmedas calles de la ciudad.
Al pasar por un viejo cementerio, me di cuenta de que a lo lejos unos jóvenes jugaban entre las tumbas. Curioso me acerqué para mirarlos mejor. Eran góticos en alguna clase de aquelarre, tenían calderas en fogatas, y todos cantaban alrededor de la más grande. De pronto todos se agacharon y comenzaron a aullar. Yo los miraba desde una distancia considerable, escondido entre unos abetos. Comenzaron a pelearse entre ellos, cual si fueran lobos auténticos. Al ver esas escenas decidí sacar mi nuevo celular y grabar toda esa fantástica comedia. Pero uno de ellos se dio cuenta de mi presencia y corrió hacia mí, yo comencé a reírme por lo cómico que me pareció un muchacho a gatas mordisque ando las valencianas de mi pantalón.  Pero una mordida paró mi risa, instintivamente le di una patada, mandándolo a volar. Los aullidos del chavo, llamaron la atención de la manada, quienes prestos acudieron a su auxilio. Ninguno hablaba, solo lo lamían del rostro. Luego todas las miradas se tornaron hacía mí.

Yo traté de dialogar con ellos pero ninguno hablaba solo se comportaban como animales. De pronto una mujer que llevaba una negra y peluda piel en el cuello, dio un agudísimo aullido. Tras el cual todos comenzaron a perseguirme en cuatro patas. Yo corrí con todas mis fuerzas hacía el bosque que estaba al norte del cementerio. Al voltear para ver si me seguían, me di cuenta de que una autentica manada de lobos me perseguía. Al parecer se habían acabado de transformar en animales, yo no alcanzaba a entender cómo. Las décadas de estudio me impedían creer en algo fuera de la lógica. Tal vez la magia si existía, o tal ves los súper poderes y ellos los controlaban, o habían tomado alguna clase de droga mutagénica.

Con las pocas fuerzas que me quedaban me trepé a un árbol. En la copa no me pudieron atrapar. Allí me quedé toda la noche, viendo a los lobos saltar una y otra vez para morderme y tirarme. Al alba me comencé a quedar dormido, cuando termino de salir el sol y ya no escuché movimientos,  aullidos o ladridos me decidí a bajar. A los pies del árbol estaban varios jovencitos vestidos de negro, con sus ropas rasgadas y manchadas por el barro, el pasto y la sangre de unos y otros. En la boca de uno de ellos, un trozo de mi pantalón.

Sigilosamente los pasé, al pasar junto al enterrador este me miro divertido y me dijo que nunca olvidase no meterme en lo que no me importaba, ya que la curiosidad si podía matarme. Yo regrese a casa, y lo primero que hice fue contarles todo a mis familiares, pero ellos solo me tildaron de ebrio y me echaron hasta la noche, cuando pude escribir esto.

miércoles, 25 de julio de 2012